En un principio puede sonar como algo terrorífico y que bajará las estadísticas de actores especializados en publicidad por miedo, pero lejos de esto, tan sólo es un medio de crítica subjetiva.
El desconocido versiona la publicidad en soporte de papel de la ciudad, saca una foto de su víctima, la trata con ordenador y la devuelve en forma de pegatina sin cabeza, confiriendo al anuncio un aspecto bastante macabro.
El Decapitador ha tenido buena respuesta del público. Nos entretiene ver cómo juega con gigantes publicitarios, que mucho no pueden hacer. En respuesta a esta acogida, el asesino de maniquíes ha abierto un proyecto de donaciones para sacar su trabajo al aire en la TV del Reino Unido.
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